La batalla de Cannas.
20¬. "(...) [Aníbal] Armó a quinientos celtíberos con espadas más cortas bajo sus túnicas, además de sus espadas grandes, para que las usaran cuando él les diera la señal. (..)"
22¬. "Al fracasar también esta maniobra, Aníbal dio la orden a los quinientos celtíberos. Y ellos, saliendo de sus filas, se pasaron a los romanos, y les presentaron los escudos, las lanzas y las espadas visibles, como si fueran desertores. Servilio, tras elogiarlos, les quitó al punto sus armas, y los situó detrás, en la retaguardia sólo con sus túnicas, según creía, (...)"
23¬. "En este momento, los quinientos celtíberos, al ver que se había presentado la oportunidad prometida, extrajeron de los pliegues de las túnicas sus espadas cortas y dieron muerte, primero a los de la retaguardia. A continuación, tras arrebatarles sus espadas de mayor tamaño, los escudos y las lanzas, cargaron contra todo el frente de la línea de batalla saltando de un lugar a otro sin discriminación. Y fueron éstos los que llevaron a cabo, en grado máximo, una carnicería espantosa, pues estaban situados al final de todos. Las desgracias que aquejaban ya entonces a los romanos eran grandes y de índole diversa, agobiados en su lucha por los enemigos en el frente de batalla, rodeados por emboscadas en los flancos y diezmados en sus filas. No podían volverse contra estos últimos, debido al ataque del enemigo en el frente, y tampoco los reconocían con facilidad, ya que portaban escudos romanos. Y, sobre todo, lo que más les pertubaba era la polvareda, pues no podían hacerse siquiera una idea de lo que ocurría. Y, como sucede en las ocasiones de desorden y pánico, consideraron su situación peor de lo que era en realidad y a los emboscados más numerosos. Ni siquiera sabían que los quinientos celtíberos eran quinientos, sino que pensaban que todo su ejército estaba rodeado por la caballería y los desertores. Así que, dando la vuelta, huyeron en desorden; (...)"
30¬. "Como quiera que la caballería celtíbera, que combatía con Aníbal como mercenaría, luchaba con todo éxito, los generales romanos en Iberia pidieron un número igual de jinetes a las ciudades que estaban bajo su mando y los enviaron a Italia como contrapartida de aquéllos. Éstos, cuando acamparon cerca de Aníbal se mezclaron con sus compatriotas e intentaron hacerles cambiar de fidelidad. Muchos, en efecto, cambiaron de parecer y desertaron o huyeron en secreto y ya ni siquiera el resto mereció la confianza de Aníbal, por ser sospechoso a sus ojos y, a su vez, sospechar ellos de él. Así pues, a partir de este momento, Aníbal empezó a tener peor suerte."
La batalla del Metauro.
52¬. "Entretanto, Asdrúbal, el hermano de Aníbal, marchó a Italia con el ejército que había reclutado entre los celtíberos. (...) los romanos (...) marcharon contra él (...) Asdrúbal se retiró, porque no deseaba luchar sino reunirse a toda prisa con su hermano.(...) los romanos los atacaron (...) mataron a la mayoría junto con sus oficiales, e incluso al propio Asdrúbal, (...)"
53¬. "(...) De los celtíberos que lograron huir del desastre, unos se dirigieron hacia su patria, y otros, al lado de Aníbal."
Apiano, Historia romana, Sobre Áníbal
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