jueves, 5 de junio de 2008

Sertorio en Hispania, según Plutarco (I)

Durante las Guerras Sertorianas, entre los años 83 y 72 a. C. (en realidad fueron una continuación de la 1ª Guerra Civil Romana entre Mario y Sila), Hispania se convirtió en el principal escenario de batalla, apoyando lusitanos y celtíberos a uno de los bandos y siendo establecida en Osca (Huesca) la capital romana de dicho bando, con un senado formado por senadores y patricios romanos, potenciando la romanización de los españoles y nombrando emperador a uno de las mayores estrategas de la historia: Quinto Sertorio (122-72 a.C.).


III ¬. En primer lugar, cuando los Cimbros y los Teutones invadieron la Galia, militó con Cepión, y habiendo los Romanos peleado débilmente y entregádose a la fuga, no obstante haber perdido su caballo y hallarse herido, pasó el Ródano a nado, costándole mucho el vencer, embarazado con la coraza y el escudo, la contraria corriente: ¡tan fuerte y robusto era su cuerpo, y tan sufridor del trabajo en fuerza del ejercicio! En segundo lugar, cargando aquellos con numerosísimo ejército y terribles amenazas, de manera que se reputaba por cosa extraordinaria que un Romano se mantuviera en formación y obedeciera al general, fue enviado por Mario en observación de los enemigos. Vistióse el traje de los Galos, y, aprendiendo lo más común del idioma para poder contestar oportunamente, se metió entre los bárbaros; de donde, habiendo visto por sí unas cosas y preguntado otras a los que tenía a mano, regresó al campamento. Concediósele entonces el prez del valor, y habiendo dado durante toda la expedición muchas pruebas de prudencia y de arrojo, adquirió fama y se ganó la confianza del general.

Después de esta guerra de los Cimbros y Teutones fue enviado a Hispania de tribuno con el pretor Didio, y se hallaba en cuarteles de invierno en Cazlona, ciudad de los Celtíberos. Sucedió que, insolentes los soldados con la abundancia, y dados a la embriaguez, incurrieron en el desprecio de los bárbaros, los cuales enviaron a llamar a sus vecinos de Orisia; éstos, yendo de casa en casa, acabaron con ellos; pudo, sin embargo, Sertorio evadirse con unos pocos, y recogiendo a otros que también huían dio la vuelta en rededor a la ciudad, y hallando abierta la puerta por donde los bárbaros habían entrado secretamente, no cayó en el error de éstos, sino que, poniendo guardias y tomando todas las avenidas, dio muerte a todos los que estaban en edad de llevar armas. Ejecutado esto, mandó a todos los soldados que dejaran sus propias armas y vestidos y adornándose con los de los bárbaros le siguieran a otra ciudad, de donde salieron los que en la noche los habían sorprendido. Con la vista de las armas logró que estos otros se engañaran, y hallando abierta la puerta se le vinieron a las manos gran número de habitantes, que creían salir a recibir a sus amigos y conciudadanos, que volvían después de conseguido su intento; así fue que muchos recibieron la muerte en la misma puerta, y otros que se entregaron fueron vendidos como esclavos.

IV ¬. Hízose con esto Sertorio muy celebrado en Hispania; apenas volvió a Roma, fue nombrado cuestor de la Galia Cispadana, en ocasión de urgencia; amenazando, en efecto, la Guerra Mársica, se le dio el encargo de levantar tropas y de reunir armas, y como hubiese puesto mano a la obra con una diligencia y prontitud muy diferente de la pesadez y delicadeza de los demás jóvenes, adquirió fama de hombre activo y eficaz. Mas no por haber sido promovido a la dignidad de caudillo aflojó en el denuedo militar, sino que, ejecutando brillantes hazañas, y arrojándose sin tener cuenta de su persona a los peligros, quedó privado de un ojo, habiéndoselo sacado en un encuentro. (...)


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