viernes, 26 de septiembre de 2008
Celtíberos en Africa
29¬. "Asdrúbal, (...) envió una misiva a Annón, (...) Le indicó, además, que en el ejército de Escipión había muchos iberos contra su voluntad, quienes podrían incendiar el campamento de éste si alguien los sobornaba con oro y promesas. (...)"
30¬. "(...) un ibero, siervo de un jinete romano, por tener alguna sospecha sobre los conjurados, fingió ser uno de ellos hasta que se enteró de todo y se lo comunicó a su dueño. Éste lo llevó ante Escipión y todos los sediciosos fueron convictos y confesos. Escipión los mató a todos y los arrojó fuera del campamento. (...)"
La batalla de Zama.
46¬. "(...) estaba equilibrada la contienda y se luchaba con fiereza, (...) hasta que Aníbal, al ver un cuerpo de tropas de iberos y celtas sobre una colina, cabalgó hacia ellos con la idea de conducirlos a la batalla. Entonces, los que estaban combatiendo, sin conocer el motivo de su retirada y pensando que se trataba de una fuga, abandonaron voluntariamente el combate y huyeron en desorden, no precisamente por donde habían visto irse a Aníbal, sino según le venía bien a cada uno. Los romanos, a su vez, creyendo que había terminado la batalla, les persiguieron en desorden, sin comprender tampoco ellos el propósito de Aníbal."
47¬. "Pero éste regresó de la colina reforzado por las tropas de iberos y celtas, y Escipión de nuevo hizo volver a toda prisa de la persecución a los romanos y formó una línea de batalla mucho más nutrida que las tropas que habían descendido de la colina, por lo que los venció sin dificultad. Aníbal, al haber fracasado tambien en este último intento, huyó ya claramente, perdidas todas las esperanzas. (...) la noche lo protegió y, al amparo de las sombras, con veinte jinetes , los únicos que fueron capaces de finalizar con él la huida, se refugió en una ciudad llamada Ton. Allí encontró a muchos jinetes brucios e iberos que habían huido después de la derrota. Por tanto, temiendo a los iberos como bárbaros impulsivos y a los brucios, italianos compatriotas de Escipión, huyó en secreto con un solo jinete en el que confiaba plenamente. (...)"
48¬. "(...) Trescientos iberos desertaron a Escipión (...)"
Apiano, Historia romana, Sobre África
jueves, 25 de septiembre de 2008
Celtíberos en las batallas de Cannas y Metauro
20¬. "(...) [Aníbal] Armó a quinientos celtíberos con espadas más cortas bajo sus túnicas, además de sus espadas grandes, para que las usaran cuando él les diera la señal. (..)"
22¬. "Al fracasar también esta maniobra, Aníbal dio la orden a los quinientos celtíberos. Y ellos, saliendo de sus filas, se pasaron a los romanos, y les presentaron los escudos, las lanzas y las espadas visibles, como si fueran desertores. Servilio, tras elogiarlos, les quitó al punto sus armas, y los situó detrás, en la retaguardia sólo con sus túnicas, según creía, (...)"
23¬. "En este momento, los quinientos celtíberos, al ver que se había presentado la oportunidad prometida, extrajeron de los pliegues de las túnicas sus espadas cortas y dieron muerte, primero a los de la retaguardia. A continuación, tras arrebatarles sus espadas de mayor tamaño, los escudos y las lanzas, cargaron contra todo el frente de la línea de batalla saltando de un lugar a otro sin discriminación. Y fueron éstos los que llevaron a cabo, en grado máximo, una carnicería espantosa, pues estaban situados al final de todos. Las desgracias que aquejaban ya entonces a los romanos eran grandes y de índole diversa, agobiados en su lucha por los enemigos en el frente de batalla, rodeados por emboscadas en los flancos y diezmados en sus filas. No podían volverse contra estos últimos, debido al ataque del enemigo en el frente, y tampoco los reconocían con facilidad, ya que portaban escudos romanos. Y, sobre todo, lo que más les pertubaba era la polvareda, pues no podían hacerse siquiera una idea de lo que ocurría. Y, como sucede en las ocasiones de desorden y pánico, consideraron su situación peor de lo que era en realidad y a los emboscados más numerosos. Ni siquiera sabían que los quinientos celtíberos eran quinientos, sino que pensaban que todo su ejército estaba rodeado por la caballería y los desertores. Así que, dando la vuelta, huyeron en desorden; (...)"
30¬. "Como quiera que la caballería celtíbera, que combatía con Aníbal como mercenaría, luchaba con todo éxito, los generales romanos en Iberia pidieron un número igual de jinetes a las ciudades que estaban bajo su mando y los enviaron a Italia como contrapartida de aquéllos. Éstos, cuando acamparon cerca de Aníbal se mezclaron con sus compatriotas e intentaron hacerles cambiar de fidelidad. Muchos, en efecto, cambiaron de parecer y desertaron o huyeron en secreto y ya ni siquiera el resto mereció la confianza de Aníbal, por ser sospechoso a sus ojos y, a su vez, sospechar ellos de él. Así pues, a partir de este momento, Aníbal empezó a tener peor suerte."
La batalla del Metauro.
52¬. "Entretanto, Asdrúbal, el hermano de Aníbal, marchó a Italia con el ejército que había reclutado entre los celtíberos. (...) los romanos (...) marcharon contra él (...) Asdrúbal se retiró, porque no deseaba luchar sino reunirse a toda prisa con su hermano.(...) los romanos los atacaron (...) mataron a la mayoría junto con sus oficiales, e incluso al propio Asdrúbal, (...)"
53¬. "(...) De los celtíberos que lograron huir del desastre, unos se dirigieron hacia su patria, y otros, al lado de Aníbal."
Apiano, Historia romana, Sobre Áníbal
miércoles, 24 de septiembre de 2008
viernes, 19 de septiembre de 2008
Ibería después de Numancia
100¬. "Existía otra ciudad próxima a Colenda, habitada por tribus mezcladas de los celtíberos , a quienes Marco Mario había a sentado allí hacía cinco años con la aprobación del senado, por haber combatido como aliados suyos contra los lusitanos. Pero éstos a causa de su pobreza se dedicaron al bandidaje. Didio, tras tomar la decisión de destruirlos, con el beneplácito de los diez legados todavía presentes, comunicó a los notables que quería repartirles el territorio de Colenda en razón de su pobreza. Cuando los vio alegres, les ordenó que comunicaran al pueblo esta decisión y acudieran con sus mujeres e hijos a la repartición del terreno. Después que llegaron, ordenó a sus soldados que evacuaran el campamento y, a los que iban a recibir el nuevo asentamiento, que penetraran en su interior so pretexto de inscribir en un registro a la totalidad de ellos, en una lista los hombres y en otra las mujeres y los niños para conocer qué cantidad de tierra era necesario repartirles. Cuando hubieron penetrado en el interior de la zanja y empalizada, Didio, rodeándoles con el ejército, les dio muerte a todos. Y por estos hechos también celebró su triunfo Didio. De nuevo se sublevaron los celtíberos y, enviado Flaco contra ellos, mató a veinte mil. En la ciudad de Belgeda, el pueblo, presto a la revuelta, prendió fuego al consejo, que se hallaba indeciso, en el mismo lugar de su reunión. Flaco marchó contra ellos y dio muerte a los culpables."
101¬. "Éstos son los hechos que encontré dignos de mención en las relaciones de los romanos con los iberos , como pueblo, hasta este momento. En un período posterior, cuando surgieron en Roma las disensiones entre Sila y Cinna, y el suelo patrio se vio dividido por guerras civiles y campamentos, Quinto Sertorio, del partido de Cinna, elegido para mandar en Iberia, sublevó a esta última contra los romanos. Después de reunir un gran ejército y crear un senado de sus propios amigos a imitación del senado romano, marchó contra roma con atrevimiento y una moral elevada. También en lo demás era renombrado por su celo extremado, hasta tal punto que el senado, lleno de temor, eligió contra él a aquellos de sus generales que gozaban de la máxima fama entonces: Cecilio Metelo con un gran ejército y Gneo Pompeyo con otro ejército, para que repelieran de cualquier manera posible esta guerra fuera de Italia, gravemente aquejada por la guerra civil. Pero a Sertorio lo mató Perpenna, uno de sus partidarios, que se plocamó a sí mismo general de la facción en su lugar, y Pompeyo dio muerte en el combate a Perpenna, de modo que esta guerra que había causado gran alarma a los romanos por el miedo llegó a su fin. Los pormenores de la misma los mostrará el libro de la guerra civil concerniente a Sila."
102¬. "Después de la muerte de Sila, fue elegido como pretor para Iberia, Gayo César, con poder incluso para hacer la guerra a quienes fuera necesario. Sometió por la fuerza de las armas a todos aquellos pueblos iberos que estaban agitados o faltaban por someter a los romanos. A algunos que se sublevaron los sometió Octavio César, el hijo de Gayo, llamado Augusto. Y me parece a mí que desde aquel tiempo los romanos dividieron Iberia¬ a la que precisamente ahora llaman Hispania¬ en tres partes y comenzaron a enviar, cada año, gobernadores a cada una de ellas, dos elegidos por el senado y el tercero por el emperador por el tiempo que estimase oportuno."
jueves, 18 de septiembre de 2008
La caida de Numancia
97¬. "Tan grande fue el amor a la libertad y el valor existentes en esta pequeña ciudad bárbara. Pues, a pesar de no haber en ella en tiempos de paz más de ocho mil hombres, ¡cuántas y qué terribles derrotas infligieron a los romanos! ¡Qué tratados concluyeron con ellos en igualdad de condiciones, tratados que hasta entonces a ningún otro pueblo habían concedido los romanos! ¡Cuán grande no era el último general que les cercó con sesenta mil hombres y al que invitaron al combate en numerosas ocasiones! Pero éste se mostró mucho más experto que ellos en el arte de la guerra, rehusando llegar a las manos con fieras y rindiéndoles por hambre, mal contra el que no se puede luchar y con el que únicamente, en verdad, era posible capturar a los numantinos, y con el único que fueron capurados.
A mí, precisamente, se me ocurrió narrar estos sucesos relativos a los numantinos, al refexionar sobre su corto número y su capacidad de resistencia, sobre sus muchos hechos de armas y el largo tiempo que se opusieron. En primer lugar se dieron muerte aquellos que lo deseaban, cada uno de una forma. Los restantes acudieron al tercer día al lugar convenido, espectáculo terrible y prodigioso, sus cuerpos estaban sucios, llenos de porquería, con las uñas crecidas, cubiertos de vello y despedían un olor fétido; las ropas que colgaban de ellos estaban iguaalmente mugrientas y no menos malolientes. Por estas razones aparecieron ante sus enemigos dignos de compasión, pero temibles en su mirada, pues aún mostraban en sus rostros la cólera, el dolor, la fatiga y la conciencia de haberse devorado los unos a los otros."
98¬. "Escipión, después de haber elegido cincuenta de entre ellos para su triunfo, vendió a los restantes y arrasó hasta los cimientos a la ciudad. Así, este general romano se apoderó de las dos ciudades más difíciles de someter: de Cartago, por propia decisión de los romanos a causa de su importancia como ciudad y cabeza de un imperio, por su situación favorable por tierra y por mar; y de Numancia, ciudad pequeña y de escasa población, sin que aún hubieran decidido nada sobre ella los romanos, ya sea porque lo considerara una ventaja para éstos, o bien porque era un hombre de natural apasionado y vengativo para con los prisioneros o, como algunos piensan, porque consideraba que la gloria inmensa se basaba sobre grandes calamidades. Sea como fuere, lo cierto es que los romanos, hasta hoy en día, lo llaman "Africano" y "Numantino" a causa de la ruina que llevó sobre estas ciudades. En aquella ocasión, después de repartir el territorio de Numancia entre los pueblos vecinos, llevar a cabo transacciones comerciales con otras ciudades y reprimir e imponer una multa a cualquier otro que le resultara sospechoso, se hizo a la mar de regreso a su patria."
miércoles, 17 de septiembre de 2008
Embajada numantina a Escipión
martes, 16 de septiembre de 2008
Retógenes
lunes, 15 de septiembre de 2008
Comienza el Asedio a Numancia.
90¬. "No mucho después, estableció dos campamentos muy próximos a Numancia y puso al frente de uno de ellos a su hermano Máximo, en tanto él en persona se encargaba del otro. A los numantinos, que con frecuencia salían fuera de la ciudad en orden de combate y le provocaban a la lucha, no les hacía caso alguno, porque consideraba más conveniente cercarlos y reducirlos por hambre que entablar un combate con hombres que luchaban en situación desesperada. Y después de establecer siete fuertes en torno a la ciudad, (comenzó) el asedio y escribió cartas a cada una (de las tribus aliadas indincando el número de tropas) que debían enviar. Tan pronto como llegaron, las dividió en muchas partes y también subdividió a su propio ejército. A continuación, designó un jefe para cada una de esas partes y ordenó rodear la ciudad de una zanja y una empalizada. La circunferencia de Numancia era de veinticuatro estadios, y aquélla de los trabajos de circunvalación, de más del doble de esa cifra. Todo este espacio de terreno fue dividido y asignado a cada una de esas partes y se les ordenó que, si los enemigos lanzaban un ataque contra un punto determinado, se lo indicaran con una señal; durante el día, con un trapo rojo colocado sobre la punta de una alta pica, y de noche, con fuego, a fin de que, tanto él como Máximo, pudieran ayudar a los necesitados corriendo junto a ellos. Una vez que tuvo adoptadas todas las medidas y podía ya rechazar eficazmente a los que trataban de impedirlo, cavó otro foso detrás, no lejos de aquél, lo fortificó con una empalizada y construyó un muro de ocho pies de ancho y diez de alto sin contar la almenas. Erigió torreones a lo largo de todo este muro, a intervalos de cien pies. Como no le fue posible prolongar el muro de circunvalación alrededor de la laguna adyacente, la rodeó de un terraplén de igual anchura y altura que las de la muralla para que sirviera a manera de muralla."
91¬. "De este modo, Escipión fue el primero, según creo, que cercó con un muro a una ciudad que no rehuía el combate. El río Duero fluía a lo largo del cinturón de fortificaciones y resultaba de mucha utilidad a los numantinos para el transporte de víveres y para la entrada y salida de sus hombres. Éstos, buceando o navegando por él en pequeños botes, pasaban inadvertidos o bien lograban romper el cerco con ayuda de la vela, cuando soplaba un fuerte viento, o sirviéndose de los remos a favor de la corriente. Como no podía unir sus orillas por ser ancho y muy impetuoso, construyó dos torreones, en vez de un puente, uno en cada orilla y desde cada uno colgó, con cuerdas, grandes tablones de madera que dejó flotar a lo ancho del río, y que llevaban clavado numerosos dardos y espadas. Estos tablones, entrechocando continuamente, debido al corriente que se precipitaba contra las espadas y los dardos, no permitían pasar a ocultas ni a quienes lo intentaban nadando, sumergidos o en botes. Y esto era lo que en especial deseaba Escipión que, al no poder establecer contacto nadie con ellos ni tampoco entrar, no tuviesen conocimiento de lo que sucedía en el exterior. De este modo, en efecto, llegarían a estar faltos de provisiones y de material de todo tipo."
92¬. "Cuando todo estuvo dispuesto y las catapultas, las ballestas y las máquinas para lanzar piedras se hallaban apostadas sobre las torres, y estaban apilados junto a las almenas piedras, dardos y jabalinas, y los arqueros y honderos ocupaban sus lugares respectivos en los fuertes, colocó a lo largo de toda la obra de fortificación numerosos mensajeros, que de día y de noche debían comunicarle lo que ocurriera transmitiéndose unos a otros las noticias. Cursó órdenes por cada torre, en el sentido de que, si ocurría algo, hiciera una señal el primero que tuviera problemas y que todos los demás le secundaran de igual modo cuando la vieran, a fin de que pudiera enterase más rápidamente, por medio de la señal, de la pertubación, y, por medio de los mensajeros, de los detalles. El ejército estaba integrado por sesenta mil hombres, incluyendo las fuerzas indigenas. Dispuso que la mitad se encargara de la guardia de la muralla y de acudir a donde fuera necesaria su presencia; veinte mil hombres debían combatir desde los muros, cuando la ocasión lo requiriese, y otros diez mil constituirían un cuerpo de reserva de éstos. También a cada una de estas tropas le fue asignada una posición y no les estaba permitido intercambiarla sin órdenes previas. Sin embargo, debían lanzarse de inmediato al puesto ya asignado, tan pronto como se diera una señal de ataque. Tan concienzudamente tenía dispuesta Escipión todas las cosas."
93¬. "Los numantinos, en muchas ocasiones, atacaron a las fuerzas que vigilaban la muralla por diferentes lugares, y la aparición de los defensores era fugaz y sobrecogedora; las señales eran izadas en alto desde todos los lugares, los mensajeros corrían de un lado a otro, los encargados de combatir desde los muros saltaban hacia sus lugares en oleadas, las trompetas resonaban en cada torre de tal modo que el círculo completo presentaba para todos el aspecto más temible a lo largo de sus cincuenta estadios de perímetro. Y Escipión recorría este círculo para inspeccionarlo cada día y cada noche. Estaba firmemente convencido de que los enemigos, así copados, no podrían resistir por mucho tiempo al no poder recibir ya armas ni alimentos ni socorro."
domingo, 14 de septiembre de 2008
Regreso a Numancia
sábado, 13 de septiembre de 2008
Expedicción a Palantia
viernes, 12 de septiembre de 2008
Escipión se instala junto a Numancia
jueves, 11 de septiembre de 2008
Escipión reforma el ejército romano.
86¬. "Pero con todo, ni aun así se atrevió a entablar combate hasta que los ejército con muchos trabajos. Así que, recorriendo a diario todas las llanuras más cercanas, construía y demolía a continuación un campamento tras otro, cavaba las zanjas más profundas y las volvía a llenar, edificaba grandes muros y los echaba abajo otra vez, inspeccionándolo todo en persona desde la aurora hasta el atardecer. Las marchas, con objeto de que nadie pudiera escaparse como sucedía antes, las llevaba a cabo siempre en formación cuadrada sin que estuviese permitido a ninguno cambiar el lugar de la formación que le había sido asignado. Recorría la línea de marcha y, presentándose muchas veces en la retarguardia, hacía subir en los caballos a los soldados desfallecidos en lugar de los jinetes y, cuando las mulas estaban sobrecargadas, repartía la carga entre los soldados de a pie. Si acampaban al aire ibre, los que habían formado la vanguardia durante el día debían colocarse en torno al campamento después de la marcha y un cuerpo de jinetes recorrer los alrededores. Los demás, por su parte, realizaban las tareas encomendadas a cada uno, unos cavaban las trincheras, otros hacían trabajos de fortificación, otros levantaban las tiendas de campaña, y estaba fijado y medido el tiempo de realización de todos estos menesteres."
miércoles, 10 de septiembre de 2008
Escipión elegido cónsul
martes, 9 de septiembre de 2008
Juicio a Pompeyo y Mancino
lunes, 8 de septiembre de 2008
Retirada de Palantia
domingo, 7 de septiembre de 2008
Asedio de Palantia
sábado, 6 de septiembre de 2008
Pacto de Mancino y ataque de Emilio a los vácceos.
viernes, 5 de septiembre de 2008
Pacto de Pompeyo con Numancia
jueves, 4 de septiembre de 2008
Pompeyo regresa a Numancia
miércoles, 3 de septiembre de 2008
Termancia y Malia
martes, 2 de septiembre de 2008
Inicio de la Guerra de Numancia
lunes, 1 de septiembre de 2008
Apiano, Sobre Iberia (IV)
Inicio de la Guerra de Numancia..
Termancia y Malia.
Pompeyo regresa a Numancia.
Pacto de Pompeyo con Numancia.
Pacto de Mancino y ataque de Emilio a los vácceos.
Asedio de Palantia.
Retirada de Palantia.
Juicio a Pompeyo y Mancino.
Escipión.
Escipión elegido cónsul.
Escipión reforma el ejército romano.
Escipión se instala junto a Numancia.
Expedicción a Palantia.
Regreso a Numancia.
El asedio a Numancia.
Comienza el Asedio a Numancia.
Retógenes.
Embajada numantina a Escipión.
La caida de Numancia.
Ibería después de Numancia.
Ver Apiano, Sobre Iberia (V)