lunes, 7 de julio de 2008

Sagunto

7¬. "Los saguntinos, colonos oriundos de Zacinto, que viven a mitad de camino entre los Pirineos y el río Ebro y todos los restantes griegos que habitaban en las proximidades del llamado Emporion y en cualquier otro lugar de Iberia, temiendo por su seguridad personal, enviaron embajadores a Roma. El senado, que no quería que se acrecentara el poderío cartaginés, envió, a su vez, embajadores a Cartago. Y ambos llegaron al acuerdo de que el río Ebro fuera el limite del imperio cartaginés en Iberia y que ni los romanos llevaran la guerra contra los pueblos del otro lado del río, súbditos de los cartagineses, ni éstos cruzaran el Ebro para hacer la guerra, y que los saguntinos y demás griegos de Iberia fueran libres y autónomos. Estos acuerdos fueron añadidos a los tratados ya existentes entre romanos y cartagineses."

[Apiano situa erroneamente Sagunto al norte del Ebro]

8¬. "Poco tiempo después de estos sucesos, un esclavo, a cuyo dueño había matado con crueldad, dio muerte a Asdrúbal, sin ser visto, en el transcurso de una cacería, cuando estaba dedicado al gobierno de aquella Iberia perteneciente a Cartago. Y Aníbal mató a éste, convicto de su crimen, tras haberlo atormentado de manera terrible. El ejército, entonces, proclamó a Aníbal como su general, pues a pesar de su excesiva juventud, lo apoyaba totalmente. Y el consejo de Cartago lo ratificó. Sin embargo, todos los adversarios políticos de Almícar, que habían temido su fuerza y la de Asdrúbal, cuando se informaron de que estaban muertos, despreciaban a Aníbal por su juventud y perseguían a los amigos y soldados de aquéllos bajo acusaciones ya antes formuladas contra los Barcas. El pueblo, al mismo tiempo, se puso de parte de los acusadores, lleno de resentimiento contra los acusados, por causa de la severidad de la época de Almícar y de Asdrúbal. Y les ordenaron llevar al tesoro público los regalos que en gran cantidad les habían enviado Almícar y Asdrúbal, por considerarlos despojos tomados al enemigo. Éstos enviaron emisarios a Aníbal en demanda de socorro y le hicieron saber que también él recibiría el desprecio más absoluto por parte de los enemigos de su padre, si se desentendía de quienes podían colaborar con él en su patria."

9¬. "Pero Aníbal no sólo había previsto estas cosas, sino que también era consciente de que los pleitos incoados contra aquéllos eran principio de un complot contra su propia persona. Y decidió que no iba a soportar esta enemistad como una amenaza para siempre, al igual que su padre y su cuñado, y que tampoco iba a estar entregado de modo indefinido a la veleidad de los cartagineses, fácilmente dispuestos a mostrarse desagradecidos hacia sus benefactores. Se decía también que incluso, siendo todavía un niño, había sido requerido por sus padre a jurar ante el fuego del altar que había de ser enemigo implacable para los romanos cuando accediera a la política. Precisamente por estas razones, pensaba consolidar su posición y la de sus amigos involucrando a su patria en empresas de gran envergadura y duración, sometiéndola a dificultades y riesgos. Veía, en efecto, que tanto África como los pueblos sometidos de Iberia se hallaban en paz, pero si podía hacer resurgir contra los romanos una nueva guerra, que deseaba en especial, le parecía que los cartagineses se verían aquejados por grandes preocupaciones y temores, y él por su parte, caso de tener éxito, obtendría una fama inmortal, al hacer a su patria regidora de todo el universo ¬pues no existía enemigo alguno para ellos después de los romanos¬, e incluso, en el caso de fracasar, aun así el mero intento le reportaría una gran gloria."

10¬. "Y presumiendo que sería un inicio brillante el cruzar el Ebro, convenció a los turbuletes, que eran vecinos de los de Sagunto, a quejarse ante él de estos últimos sobre la base de que hacían incursiones contra su territorio y les causaban muchos ultrajes. Y ellos le obedecieron. Entonces, Aníbal envió embajadores de éstos a Cartago, en tanto que él, en misivas privadas, expuso que los romanos trataban de convencer a la parte de Iberia sometida a Cartago para que hiciera defección de ésta, y que los saguntinos cooperaban en ello con los romanos. Y en absoluto desistía de su engaño, enviando muchos mensajes en tal sentido, hasta que el consejo le autorizó a actuar con relación a los saguntinos del modo que juzagara oportuno. Y tan pronto tuvo ocasión, hizo que, de nuevo, los turbuletes se presentaran ante él para quejarse de los saguntinos y mandó venir embajadores de éstos. Se presentaron los emabjadores saguntinos y, al exhortales Aníbal a que cada uno expusiera en su presencia los motivos de sus diferencias, estos últimos manifestaron que remitirían el juicio a Roma. Al decirle esto, los hizo salir del campamento y a la noche siguiente, habiendo cruzado el Ebro con todo su ejército desvastó el territorio y apostó sus máquinas contra la ciudad. Pero, como no pudo tomarla, la rodeó de un muro con un foso y, estableciendo alrededor a intervalos numerosos puestos de vigilancia, los inspeccionaba con frecuencia."

11¬. "Los saguntinos, al verse abrumados por este ataque inesperado y no anunciado por heraldos, enviaron una embajada a Roma. El senado envió con ellos a sus propios embajadores que, en pirmer lugar, debían recordarle a Aníbal los acuerdos existentes y caso de no convencerle, navegar hasta Cartago para presentar quejas contra él. A estos embajadores, cuando habían efectuado su travesía hasta Iberia y se dirigían desde el mar hacia el campamento, les ordenó Aníbal que no se acercaran. Entonces se hicieron de nuevo a la mar rumbo a Cartago en compañía de los embajadores saguntinos y volvieron a recordales los tratados a los cartagineses. Éstos culparon a los saguntinos de causar numerosas ofensas a sus súbditos. Los embajadores de Sagunto les invitaron, por su parte, a llevar el juicio ante los romanos. Pero ellos dijeron que no necesitaban de arbitraje alguno, pues podían vengar esta ofensas por sí solos. Cuando se comunicó esta respuesta a Roma, algunos exhortaban a socorrer de inmediato a los saguntinos, otros se mostraban aún indecisos diciendo que éstos no se hallaban inscritos en sus tratados en calidad de aliados, sino como autónomos y libres, y que los que estaban sitiados era libres todavía. Y prevaleció esta opinión."

12¬. "Los saguntinos, una vez perdida la esperanza de ayuda de Roma, y como el hambre les acuciaba y Aníbal persistía en su asedio continuo ¬pues como había oído que la ciudad era próspera y rica no relajaba el asedio¬, reunieron el oro y la plata, tanto público como privado, en la plaza pública por medio de una proclama y lo mezclaron con plomo y bronce fundido para que resultara inútil a Aníbal. Y ellos mismos, prefiriendo morir en combate antes que por hambre, se lanzaron a la carrera, de noche todavía, contra los puestos de guardia de los africanos que aún dormían y no sospechaban tal ataque. Por lo cual, los mataron cuando se lebantaban del lecho y se estaban armando a duras penas en medio de la confusión y a algunos, incluso, cuando ya estaban luchando. El combate duró mucho tiempo y de los africanos murieron muchos, pero los saguntinos todos. Las mujeres, al ver desde las murallas el fin de sus hombres, se arrojaron unas dede los tejados, otras se ahorcaron y otras, incluso, degollaron a sus propios hijos. Éste fue el final de Sagunto, una ciudad que había sido grande y poderosa. Aníbal, tan pronto como se percató de lo sucedido con el oro, movido por la ira, dio muerte a aquellos saguntinos que quedaban y eran adultos, después de torturarlos, pero viendo que la ciudad estaba a orillas del mar y no lejos de Cartago y poseía una tierra buena, la pobló de nuevo e hizo de ella una colonia cartaginesa. La cual creo que actualmete se llama Cartago "Espartágena"."
[Apiano confunde Sangunto con Cartagena]

No hay comentarios: