lunes, 29 de diciembre de 2008
Tito Livio (59 a.C.-17 d.C.)
Del total, sólo se conservan 35: los libros I-X (relatos semilegendarios sobre los orígenes de la ciudad y sobre la República primitiva, hasta la tercera guerra contra los samnitas); y los libros XXI-XLV (segunda Guerra Púnica y Guerras Macedónicas). El contenido de los libros restantes se conoce a través de fragmentos y de resúmenes (Periochae, Epitome) hechos por otros escritores posteriores.
Tito Livio escribió durante el reinado del emperador Augusto, cuando el Imperio romano dominaba el mundo mediterráneo. Al escribir su Historia de Roma su intención era doble: por un lado, pretendía demostrar que Roma había sido destinada a la grandeza, ya desde los días de sus humildes orígenes; por otro, deseaba proporcionar un fondo adecuado para las glorias de la época de Augusto, Con cuyos planes de restauración moral de Roma se identificaba plenamente, lo mismo que Virgilio con su obra épica
Livio concebía la historia desde un punto de vista moral, y, más que una obra científicamente construida, la suya es la aportación de un poeta que canta con entusiasmo el esplendor del pueblo romano.
Su obra se estructura como un relato lineal y orgánico, es una «historia perpetua». En su base se observan los esquemas de la antigua analística, que utiliza como fuente y de la que es continuador, pero Livio los emplea para configurar un discurso literario nuevo. En ese discurso se conjugan dos elementos: una Historia con pretensiones de veracidad (por lo general rehúsa la conjetura si no dispone de testimonios) y una elaboración artística que recurre a la elocuencia y a la retórica (quiere que su Historia sea comparable en estilo y espíritu a la poesía).
Livio logra una dramatización de los hechos, combinando magistralmente los elementos narrativos (en los que se aprecia la influencia de César) con las descripciones, los retratos y los discursos (elaborados según los preceptos cieronianos), y eludiendo la tosquedad expresiva de los analistas primitivos. Su espíritu estoico lo lleva a idealizar todo lo que ponga de relieve la grandeza de Roma, y a servirse de la pietas y la virtus para justificar sobre ellas la prosperidad de Roma.
Algunos enlaces de interes:
http://www.artehistoria.com/historia/personajes/4504.htm
http://www.biografiasyvidas.com/biografia/l/livio.htm
www.cnice.mecd.es/eos/MaterialesEducativos/mem2001/scripta/gen/autores/livio.htm
www.el-quinto-pino.com/Personajes/Tito-Livio.htm
sábado, 27 de diciembre de 2008
Estrabón (63 a.C.-21d.C.)
Estrabón, después de haber escrito un libro de Historia (sólo se conservan algunos fragmentos de su trabajo histórico, en 43 libros, continuación de la historia del griego Polibio), emprendió la redacción de su Geografía, una descripción detallada del mundo,mezclando la historia con el mito para componer un retrato de las gentes y los países que estudiaba, en 17 libros, tal como se conoció en la antigüedad, se conserva casi por completo; tiene un gran valor, sobre todo, como informe por sus propias y extensas observaciones, obra que terminó, en torno al año 20 d.C., reinando ya Tiberio.
Se sabe poco de su vida, pero afirmaba haber viajado desde Armenia en Oriente, a Cerdeña en Occidente, y desde el mar Euxino (mar Negro) en el norte hasta las fronteras de Etiopía en el sur (viajó por el Nilo en una expedición dirigida por Aelio Gallo, prefecto romano de Egipto).
Nunca estuvo en Hispania. Todo lo que escribió sobre ella fue por noticias indirectas, siguiendo a otros autores anteriores a él, como Posidonio y Artemidoro, cuya obra no se conoce más que de forma muy fragmentada.
Algunos enlaces de interes:
http://www.artehistoria.com/historia/personajes/4478.htm
http://www.cartograma.com/niestrsp.html
http://www.gipuzkoakultura.net/ediciones/antiqua/arce.htm
lunes, 24 de noviembre de 2008
Vasconia o la España sin romanizar (V)
Dentro de Castilla primero y de España después los vascos -para decir mejor los vizcaínos, los guipuzcoanos y los alaveses, separadamente- han logrado regirse a sí mismos durante más siglos que las otras comunidades históricas hispanas.
¡Maravilloso privilegio! lo minúsculo de su solar geográfico restaba interés a cualquier intervención autoritaria de los reyes, y su situación en uno de los puntos de fricción de España con Francia obligaba a los príncipes a mimar a los vascos; sólo así se explica que lograran salvaguardar su vida autónoma cuando habían perdido la suya: primero los grandes concejos y los grandes señoríos dentro de los reinos españoles e incluso estos mismos más tarde. Pero, ¿quién se atreverá a ver en tal perduración la base histórica de una auténtica singularidad nacional?
Poseen los vascos una contextura temperamental propia, como poseen otras distintas cada una de las agrupaciones regionales hispanas; pero su estructura funcional no los distingue radicalmente de los demás grupos humanos de España. Las características, ditirámbicas o peyorativas, que se les atribuyen coinciden en su esencia con las que constituyen la esencia de lo hispánico. Es sugestivo el paralelo entre la manera de estar en la vida que suele definirse como típica de los españoles y la contextura vital de los éuscaros o vascos; ese paralelo descubre el estrecho parentesco que las une. Tal coincidencia se explica sin esfuerzo, pares ha sido en Castilla donde se ha forjado el arquetipo de lo hispánico y lo castellano es en buena parte prolongación histórica de lo vasco. Son mayores las diferencias que van apartando a lo éuscaro de los estilos de vida de las otras comunidades humanas de Hispania. Desde el sencillo y rígido pivote de Vasconia, las varillas del abanico español avanzan lentamente hacia el barroquismo portugués, el barroquismo andaluz y el barroquismo levantino. Lo vasco sería la raíz cúbica de lo hispano; y lo portugués, lo andaluz y lo levantino, lo español elevado al cubo.
La fidelidad de los vascos a su tradicional estilo de vida tampoco ha sido dispar de la que han guardado al suyo Galicia, Asturias, Castilla, Andalucía, por ejemplo. La única causa de diferenciación entre los vascos y los otros españoles estriba en la perduración, en una zona cada vez más reducida de Vasconia, de la vieja lengua éuscara, que Dios conserve por los siglos de los siglos. Es decir, ni la raza ni la historia ni la contextura temperamental ni el amor al ayer... separan a los vascos de los otros hermanos de España. Los distingue de ellos solamente la supervivencia entre los vascos de un habla que en el extremo límite de la hoya y de los montes vascones ha resistido al avance, allí particularmente despacioso, de la romanización. La perduración no interrumpida de ese proceso va haciéndola retroceder poco a poco, de continuo, hacia los Pirineos. El éuscaro no es por tanto el habla de todos los vascos: muchos de ellos no la entienden hace tiempo. El que hoy llamamos español es tan legítimo patrimonio de los habitantes de Euzcadi como de los hijos de Castilla. Muchos vascos comenzaron a hablarlo tan temprano como los primitivos castellanos, mucho antes que los castellanos del Duero hacia el Sur. Y es notorio que en él se escribieron las más viejas leyes constitucionales de los vascos: sus fueros. Mas, aunque así no fuese, nunca el éuscaro separaría a los vascos del resto de los españoles. Porque no es una lengua más en la Península. Es una lengua hablada en la remotísima España neolítica. No obstante su inundación por lo céltico, y lo latino, al escucharla oímos aún como un eco de las voces milenarias de nuestros abuelos de la Edad de Piedra.
Prodigio increíble si no fuera cierto. Pero es la misma lengua o es hermana de la que hablaron los pueblos cántabro-pirenaicos y varios otros viejos pueblos de Hispania, y está íntimamente emparentada con la que empleaban los iberos levantinos antes de su romanización o está inundada y saturada de iberismos -Gurruchaga acaba de aceptar esa vinculación. Es por tanto el habla de una gran parte de los españoles primitivos y no puede por ello constituir base segura de una segura distinción nacional frente al resto de España.
Vasconia o la España sin romanizar. Sí; y además la abuela de España. Como dije al principio de estas páginas, a través de Castilla, a cuya generación contribuyeron, los vascones han proyectado su espíritu y su temperamento hacia Hispania y hacia todos los pueblos hispanos, y por eso España y lo español pueden ser pensados desde el País Vasco. He aquí por qué Vasconia o la España sin romanizar es la abuela de la España actual. La abuela gruñona que no se reconoce en su nieta y reniega de ella. La abuela que sueña grandezas de tiempos pasados y que repite gestos y dichos de entonces; Jaurlgoikoa et legizarra -Dios y fueros- es un lema digno de labios medievales. La abuela tozuda que quisiera vivir como antaño -el sentido particularista de los vascos es de pura estirpe hispana. La abuela que todos comprendemos y amamos con filial devoción; a la que es prudente dejar vivir a su agrado dentro de la patria común española -también su hija, Castilla, gustó en tiempos de vivir libremente. La abuela que guarda todavía recuerdos de nuestro más remoto ayer, de un ayer muchas veces milenario, cuyas raíces se hunden en la primigenia tierra de España.
Tésis de Claudio Sánchez Albornoz sobre la trayectoria histórica de los Vascos, los vascongados, Vascongadas y Vasconia, y su participación en la construción de nuestra Patria. Incluida en 1957 en el ensayo, de obligatoria lectura, "España, un enigma histórico"
"ARBIL, Anotaciones de Pensamiento y Crítica", es editado por el Foro Arbil
viernes, 21 de noviembre de 2008
Vasconia o la España sin romanizar (IV)
Las tierras vasconizadas en el siglo v -los vascos actuales- continuaron integrando por tanto el embrión de España bajo el gobierno del monarca de Oviedo. Y cabe deducir que colaboraron a las empresas comunes con lealtad y con entusiasmo, de la ausencia de todo movimiento secesionista vasco contra el Rey Casto durante el medio siglo que reinó en Asturias. A lo largo de esas cinco décadas el País Vasco resistió con heroísmo las acometidas sarracenas, como las resistieron cántabros, astures y gallegos, a cuyos destinos se hallaba gustosamente vinculado -los vascos defendieron a veces con los otros súbditos de Alfonso II los pasos de entrada a la Asturias transmontana. Mientras, el otro pueblo de habla éuscara vivía unido a los renegados del valle del Ebro, a quienes debían el poder los Aristas, y vivía de ordinario en paz con Al-Andalus. Sólo después de la ruptura entre navarros y muladíes, a mediados de siglo, por causas que he estudiado al examinar las relaciones de los vascos y los árabes, cambiaron los soberanos de Pamplona el rumbo de la política internacional y se acercaron a los reyes de Oviedo. Pero el último de los Aristas, Fortún, prisionero en Córdoba durante algunos años y abuelo de un príncipe andaluz -en su hija engendró el futuro emir Abd-Allah al padre de Abd al-Rahman III- siguió mediatizado por los islamitas cordobeses. Y fue preciso el golpe de estado del 905 -apoyado por Alfonso de Oviedo y por el conde de Pallars- para que en Navarra empezara a reinar una nueva dinastía, fiel aliada de los soberanos de Asturias y león contra los musulmanes.
Los dos pueblos de habla vasca siguieron separados: los vascos de hoy continuaron unidos a los otros pueblos cristianos, regidos desde Oviedo y en seguida desde León, la nueva sede regia. Durante muchas décadas alaveses y vizcaínos resistieron, unidos a los castellanos, los ataques de los últimos cachorros de los Banu Muza. Los vascos contribuyeron con sus hombres y su espíritu al nacimiento de Castilla; y del condado de Castilla formaron parte esencial durante el siglo x. Los documentos acreditan la importancia de la aportación vasca a la colonización de las nuevas tierras castellanas y atestiguan la extensión de la autoridad condal de Fernán González y de sus sucesores hasta muy dentro de la tierra éuscara. Integró ésta por tanto la nueva comunidad histórica llamada a los más altos destinos; y dió con ella sus primeros pasos en la historia. Sólo a fines del siglo x Navarra se anexionó una parte de Alava y sólo en 1029, tras la crisis de la dinastía condal castellana, Sancho III el Mayor incorporó a su reino la nueva Vasconia -la Euzcadi de hoy- y la Castilla de antaño, que así siguieron juntas su declinación hacia Pamplona. Castilla se separó de Navarra en 1035 y fue despaciosamente recuperando sus fronteras primitivas En 1076, a la muerte de Sancho el de Peñalén, Vizcaya volvió al redil castellano. Con la primitiva Castilla fue unida otra vez a Navarra por Alfonso I el Batallador, rey también de Aragón (1109), pero desde la muerte de este rey (1134) formó siempre parte de la Corona de Castilla. La rigieron, sí, señores poderosos pero dependientes de los reyes castellanos, como de ellos dependieron los otros muchos grandes señores del reino castellano-leonés a través de los siglos A fines del XII se incorporaron también a Castilla Alava y Guipúzcoa, la última voluntariamente. Y desde entonces el País Vasco, del cual sólo dos porciones habían vivido menos de dos siglos unidas a Navarra, vivió hasta hoy la historia de Castilla. Y con Castilla la historia de España. Cierto que las poblaciones de la costa vasca firmaron a veces pactos con potencias marítimas del Atlántico, pero otro tanto hicieron las ciudades marineras castellanas. Juntos castellanos y vizcaínos integraron una "nación" en Brujas y tuvieron la misma capilla hasta que se pelearon por cuestiones de preeminencia.
Con Juan I los reyes de Castilla fueron incluso señores de Vizcaya. Desde entonces los vascos de hoy han vivido hombro a hombro con los otros hispanos las horas alegres y las horas tristes de España. Han gozado de todas las ventajas que les procuraba el ser españoles y nunca han levantado las cargas que algunos los otros españoles soportaban -ya en el siglo XIV los castellanos protestaron de que los vizcaínos no pagasen como ellos alcabalas y sisas.
El patriotismo español de los vascos se hizo notorio cuantas veces corrió peligro su unión con Castilla. Reaccionaron unitariamente contra el acuerdo de Pedro I y el Príncipe Negro, por el cual el Rey Cruel cedía a Inglaterra el País Vasco, como compensación de la ayuda de las huestes inglesas contra su hermano Enrique II. Durante las frustradas negociaciones entre Enrique IV y Luis XI en torno al matrimonio de la Beltraneja y el Duque de Guiena, cuando el Impotente rey de Castilla estaba pronto a ceder el litoral vascongado, los vascos volvieron a alzarse contra su apartamiento de la Corona castellana -lo cuenta Mosén Diego de Valera- y obligaron a Enrique IV a jurar que nunca serían separados de Castilla. Fueron luego entusiastas partidarios de Isabel y Fernando en los comienzos de su reinado y defendieron heroicamente la frontera española contra Francia.
A principios del siglo XVI se sentían tan unidos a Castilla que, según Zurita cuenta, en 1508 solicitaron sú incorporación a las cortes castellanas y no entraron en ellas porque el espíritu caballeresco de los procuradores entendía, estúpidamente, la asistencia a aquéllas como un privilegio y no querían compartirlo con nadie -unas décadas antes se habían opuesto a la entrada en las cortes de los representantes de Logroño. Y porque el Rey Católico no tuvo gusto -ningún rey lo ha tenido jamás- en fortalecer con elementos populares a las asambleas políticas del reino -el Canciller Ayala había escrito: "los vizcaynos son omes á sus voluntades, é quieren ser muy libres é muy bien tratados". Y desde el siglo X hasta el XIX, no sólo no han alzado una sola pretensión secesionista: se han sentido muchas veces sacudidos por un entusiasta fervor español. Será tan difícil negar estos hechos como es fácil comprobarlos a cualquiera.
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martes, 18 de noviembre de 2008
Vasconia o la España sin romanizar (III)
He estudiado con detención el tema. Los contactos entre musulmanes y vascones empezaron en los mismos días de la invasión de España. Muza cruzó el solar de Vasconia al subir Ebro arriba en su última campaña del 714. Antes del 718 los invasores ocuparon Pamplona la primitiva tierra de los vascos siguió la misma suerte que las otras tierras peninsulares en aquella hora triste en que los islamitas conquistaron nuestra patria común. Otra vez se afirmó la comunidad de destinos de todos los hispanos.
Esa comunidad de destino llevó pronto a los españoles del Norte a alzarse contra sus dominadores musulmanes. Los astures se sublevaron con Pelayo en 718 y vencieron en Covadonga en 722; por entonces debieron también rebelarse los cántabros; los vascones sacudieron el yugo islamita después de la derrota de Poitiers del 732. Todos los septentrionales fueron duramente combatidos por 'Uqba (734-739); resistieron las gentes del Cantábrico, sucumbió Vasconia. La rebelión general de los berberiscos en África y España (739-740) y las guerras civiles que durante algunas décadas asolaron a Al-Andalus permitieron a todos salvarse de la grave amenaza; el reino de Oviedo pudo afirmar su libertad y los vascones pudieron recuperar la suya. La serrana y marítima monarquía asturiana abarcó una larga faja de tierra que iba desde el Finisterre al Pirineo. La loca geografía del País y el no olvidado secesionismo hispano dificultaron la unión de los gallegos y de los vascones al reino unido de astures y cántabros. Pero los soberanos ovetenses lograron a la postre la unidad. La aseguró un rey, hijo de una vasca, Alfonso II (791-842)
Entretanto la Vasconia primitiva, siempre más vinculada al valle del Ebro que la nueva Vasconia, siempre a su vez más hermanada con las gentes del Cantábrico, comenzó a vivir su propia vida. He logrado renovar la historia de los orígenes del reino de Navarra. A fines del siglo VIII Pamplona se hallaba sometida a Córdoba y era gobernada por un renegado de la familia hispano-goda de los Banu Qasi', llamado Mutarrif. Se alzaron contra él y le mataron los vascones no sabemos si por propia o extraña iniciativa. Para vengar su muerte, sus familiares, que señoreaban Tarazona y Borja, se aliaron con un caudillo de la Vasconia ultrapirenaica -¿de Bigorra?-, Iñigo Arista; juntos derrocaron a los asesinos de Mutarrif, se apoderaron del País y así surgió a la historia un nuevo reino en torno a Pamplona, no mucho después del año 800. Las vinculaciones consanguíneas y políticas entre las dos familias, vascona y muladí, permitieron a los Aristas y a los Muzas defenderse alternativamente de Aquistarán y de Córdoba. Y en adelante el nuevo reino, heredero directo de la Vasconia ancestral primigenia, vivió muy mezclado a las gentes de su propia estirpe ibérica.
La Vasconia clásica y la nueva Vasconia se separaron otra vez por casi tres siglos. La Euzcadi de hoy no había sido sometida por las huestes islamitas. La Crónica de Alfonso III, en oposición a las tierras que hubieron de ser repobladas -naturalmente por haber sufrido los zarpazos de la invasión muslim-menciona a Alava, Vizcaya y Orduña, como siempre poseídas por sus antiguos habitantes; y ello implica, claro está, que tampoco la lejana Guipúzcoa habría sido combatida por los mahometanos. En Córdoba empezaron a interesarse por la frontera oriental del reino de Oviedo a fines del siglo VII. Algunas huestes cordobesas aparecieron ya por Álava y Castilla en 792, 796 y 801; en este año fue terriblemente derrotado en las Conchas de Argazón un poderoso ejército islamita. Desde Córdoba fueron también atacados los Muzas del Ebro y los Aristas de Pamplona; los primeros se sometieron y su sumisión protegió a sus familiares y aliados pamploneses. Cerca de dos decenios se prolongó ese estado de cosas. Durante ellos los vascones de Navarra no fueron molestados por las tropas musulmanas Golpearon éstas, en cambio, sin descanso contra el solar de castellanos y alaveses. Parece pues seguro que éuscaros y vascones vivieron separados. Si la Euzcadi de hoy hubiera dependido de Pamplona, esos ataques no hubieran podido realizarse sin chocar con los Aristas y con sus aliados los Banu Muza; y fue precisamente un miembro de esa familia renegada quien en 839 invadió Álava al frente de las fuerzas cordobesas.
Las tierras vasconizadas en el siglo v -los vascos actuales- continuaron integrando por tanto el embrión de España bajo el gobierno del monarca de Oviedo. Y cabe deducir que colaboraron a las empresas comunes con lealtad y con entusiasmo, de la ausencia de todo movimiento secesionista vasco contra el Rey Casto durante el medio siglo que reinó en Asturias. A lo largo de esas cinco décadas el País Vasco resistió con heroísmo las acometidas sarracenas, como las resistieron cántabros, astures y gallegos, a cuyos destinos se hallaba gustosamente vinculado -los vascos defendieron a veces con los otros súbditos de Alfonso II los pasos de entrada a la Asturias transmontana. Mientras, el otro pueblo de habla éuscara vivía unido a los renegados del valle del Ebro, a quienes debían el poder los Aristas, y vivía de ordinario en paz con Al-Andalus. Sólo después de la ruptura entre navarros y muladíes, a mediados de siglo, por causas que he estudiado al examinar las relaciones de los vascos y los árabes, cambiaron los soberanos de Pamplona el rumbo de la política internacional y se acercaron a los reyes de Oviedo. Pero el último de los Aristas, Fortún, prisionero en Córdoba durante algunos años y abuelo de un príncipe andaluz -en su hija engendró el futuro emir Abd-Allah al padre de Abd al-Rahman III- siguió mediatizado por los islamitas cordobeses. Y fue preciso el golpe de estado del 905 -apoyado por Alfonso de Oviedo y por el conde de Pallars- para que en Navarra empezara a reinar una nueva dinastía, fiel aliada de los soberanos de Asturias y león contra los musulmanes.
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sábado, 15 de noviembre de 2008
Vasconia o la España sin romanizar (II)
Que me perdone Mendizábal si me parece invención peregrina de su ingenio el pacto vasco-romano contra los celtíberos, pacto que carece de toda apoyatura histórica y que absolutamente nada justifica. Sempronio Graco firmó con los vascones y con los celtíberos acuerdos parejos cuando Roma entró por primera vez en contacto con ellos, antes de iniciar su sojuzgamiento. Los romanos ganaron luego Vasconia sin gran lucha -la Vasconia abierta del Sur, claro está- y en seguida comenzó su romanización.
El vasco vuelve a acusar la nueva inundación de modo evidente. Pero el ímpetu vital y la tozudez vascona lograron conservar otra vez la maravilla e su lengua neolítica en las asperezas de sus sierras: en el Saltus Vasconum
Muchos pueblos peninsulares ibéricos o iberizados habían logrado también, como el vasco, salvaguardar sus ancestrales personalidades históricas libres del impacto de lo precelta y de lo celta. Tanto como los vascones y aun más que los vascones, pues algunos de ellos no recibieron siquiera la visita de ninguno de los dos invasores y otros consiguieron rechazar o absorber a las masas celtas llegadas antes o después hasta sus solares nacionales. Pero no ocurrió otro tanto frente a la romanización. Esta fue más pertinaz, intensa, continua y duradera. Roma ganó en España muchas batallas, como el Cid de la leyenda, después de su muerte. Después de morir como potencia imperial, su tradición cultural, recogida por la Iglesia y prolongada en la única civilización con vigencia en la Península durante algunos siglos, prosiguió triunfando en tierras hispanas.
Debemos a Caro Baroja páginas excelentes sobre la extensión y la profundidad de la romanización en Vasconia. Alcanzó un área mucho mayor de lo que solía pensarse y una intensidad tal que, según el mismo autor demuestra, los vascones, aunque parezca inverosímil, se convirtieron en agentes de romanización. ¿Dónde? En la depresión vasca. Curioso fenómeno; a un tiempo llevaron a ella su propia herencia temperamental y, con ella, algunas reliquias de su iberismo remoto y de su reciente romanismo.
Por causas que nos escapan los vascones mostraron un extraño dinamismo eruptivo con ocasión de la caída del poder romano en España. La bagaudia o revolución campesina comenzó a agitar el País en el siglo IV. No conocemos bien su proceso originario. ¿Fue provocada por el enfoque entre la hombría de las masas rurales y la declinación de su condición jurídica dentro de un régimen agrario de signo señorial? No sé, pero la bagaudia adquirió en tierras vasconas una acuidad extrema, bien conocida: aludí a ella al estudiar el prefeudalismo occidental. ¿Provocó la bagaudia la erupción del dinamismo vascón al desencadenar fuerzas vitales hasta allí contenidas? No es imposible; pero no gusto de convertir las conjeturas en afirmaciones. Cualesquiera que fueran sus causas la exaltación de la potencia histórica de Vasconia a partir del siglo V es indudable. Y lo son sus desbordes energéticos de tipo expansivo. Los he señalado dos veces. Traté de la invasión vascona de Aquitania hace unos veinte años, al examinar los cambios sufridos por el ejército ultrapirenaico en los albores del feudalismo. Y hace poco he estudiado la entrada de los vascones en la depresión vasca, al examinar los orígenes del nombre de Castilla. Ni uno ni otro desborde expansivo son dudosos. Del primero han conservado recuerdo las crónicas francas y se han ocupado los historiadores de allende el Pirineo. Scliulten, Gómez-Moreno, Menéndez Pidal han señalado, acordes en lo esencial, la entrada de los vascones en la Euzcadi de hoy. Creo haber probado que coincidió con esa etapa explosiva de un hasta entonces insospechable dinamismo vascón. Caro Baroja reconoce como hecho histórico la vasconización de la toponimia del solar de várdulos y caristios, es decir, de las provincias vascongadas; y es segura tal vasconización. Señala además que los vascones introdujeron en ellas muchos nombres con terminación en ain, que cree resultado de la romanización de Vasconia, y otros topónimos alusivos a la organización urbana y a estilos de vida que esa romanización hizo conocer a los vascones, pero que nunca existieron antes en la depresión vasca. Los cree importados por los reyes de Navarra; pero conocemos hoy bastante la historia del País Vasco y del reino de Pamplona durante los siglos VII al X y puede de ella deducirse que desde la antigua Vasconia no pudieron bajar entonces a la nueva esos extraños topónimos locales. Porque los soberanos pamploneses no dominaron durante esos siglos el solar de Euzcadi y porque en sus colonizaciones de esa época exportaban nombres geográficos con final en utri; lo acredita la toponimia vasca de la tierra riojana.
La entrada de los vascones en tierras de várdulos y caristios acaeció -no vacilo al afirmarlo- durante el período de anarquía que siguió a la caída del poder romano en España. Los geógrafos e historiadores griegos y romanos y el mismo cronista español del siglo v, Hidacio, interpusieron a caristios y várdulos entre cántabros y vascones. Los hicieron ya vecinos: Venancio Fortunato en el siglo VI y Julián de Toledo en el VI y en el X Alfonso III presenta a los vascones en los llanos de Álava. Fresca entonces su romanización, los invasores de Euzcadi llevaron a ella, con sus formas de vida nunca olvidadas -entonces introdujeron en el País Vasco de hay la rueda maciza de abolengo ibérico-, los referidos topónimos locales, producto de su intensivo contacto con Roma Al entrar en Euzcadi empujaron hacia Castilla a una parte de los várdulos y caristios; algunos se acogieron a los montes -los moradores de Tulonio, ciudad de la llanada de Álava, se refugiaron en la sierra a que dieron nombre -y los que permanecieron en sus antiguas sedes fueron inundados de vasquismo. Como cada tribu hispana al aceptar el latín creó su propio dialecto romance -donde esos dialectos se han conservado hasta hoy, como ocurre en el norte de España, las fronteras dialectales marcan las lindes de las viejas tribus primitivas-, así las tribus vasconizadas a partir del siglo v, crearon asimismo sus propios dialectos del vasco, también conservados hasta nuestros días.
Vasconia no habría llegado a romanizarse integralmente, y la zona por ella vasconizada en fecha históricamente reciente habría salvado, en su hoya y hasta hoy, unas formas de vida que le habrían sido impuestas como resultado de su conquista por los vascones de Navarra y de Aragón. Lo abrupto y cerrado de los Pirineos navarro-aragoneses habría hecho posible la perduración en ellos de la herencia temperamental primitiva. La caída de Roma, al permitirles vivir a la intemperie histórica e inducirles a abandonar su postura receptiva, habría interrumpido el curso de su romanización. El dinamismo explosivo que padecieron o gozaron en seguida y los éxitos expansivos que obtuvieron afirmaron luego su personalidad ancestral. Y la perduración a lo largo de tres siglos, hasta el mismo día de la conquista musulmana, de sus luchas con la monarquía hispano-goda, completaron el doble proceso: de detención perdurable de la inconclusa romanización y de perdurable exaltación de sus tradiciones tribales. A la hoya vasca, situada en un minúsculo rincón aislado del mundo romano, sin riquezas entonces codiciables y de difíciles comunicaciones, había llegado la acción de Roma menos intensamente que al resto de España. Encerrados várdulos y caristios entre el mar y los montes, en una depresión que no llevaba a parte alguna, no pudieron atraer la atención de los colonizadores romanos. La presencia en Velegia-Iruña -todavía avanzado el siglo IV- de una importante guarnición imperial, según el testimonio de la Notitia Dignitatum, atestigua la escasa romanización del País poco antes de la caída del señorío de Roma en la Península. Por ello después de su vasconización -ésta implicaba simplemente la afirmación de los matices vitales y temperamentales de una tribu hispana vecina, de historia no disímil aunque más saturada de iberismo-, la nueva Vasconia, aislada en su pequeño solar, pudo convertirse en un sagrado reservorio de vasquismo y por tanto de hispanismo primigenio, mientras la auténtica Vasconia, menos cerrada, más en perpetuo contacto con las gentes del valle del Ebro y en uno de los eternos caminos de comunicación entre Hispania y la Galia, era arrastrada por el torbellino de la historia islámica de España.
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miércoles, 12 de noviembre de 2008
Vasconia o la España sin romanizar (I)
En la historia de España pueden señalarse dos procesos encontrados, contrapuestos, sincrónicos durante cerca de un milenio y al cabo complementarios. Uno tiene como meta y otro como punto de partida el País Vasco. Su enunciación va a sonar a paradoja. El primero se inició dos siglos antes de Cristo y no ha terminado todavía. El segundo comenzó hace mil años y está aún sin rematar. No sé si jamás serán completados. Me refiero a la romanización de la Península todavía inconclusa a los veintidós siglos de iniciada, porque aún está por romanizar un jirón de España en los Pirineos occidentales: una parte de Vasconia. Y a la vasco-castellanización de Hispania, incompleta a los mil años de haber comenzado. ¿Paradoja? No. Realidad. Esos dos lentísimos procesos multiseculares y sincrónicos, contrapuestos y complementarios, son una realidad innegable del pasado de los peninsulares. Una realidad que ha influido decisivamente en la acuñación de lo español. Los dos tienen por pivote al País Vasco. La romanización no le ha ganado todavía por entero -sólo por ello se distingue del resto de España. Y de esa España sin romanizar- que nadie se escandalice de las dos afirmaciones- surgió el intento de vasconización de la Península por obra de Castilla, histórica prolongación -no por poco conocida menos auténtica- de la Vasconia no romanizada, o, lo que es igual, no occidentalizada aún, cuando el pueblo castellano nació de la matriz vasco-cantábrica.
No soy el primero en lanzar la idea de la acción vasconizante castellana. Menéndez Pidal al estudiar los "Orígenes del español" defendió ya la teoría de que Castilla había metido una cuña vasca en Hispania. Aludía al castellano, claro está. Cabe ampliar su tesis de lo lingüístico a lo social y a lo vital. Alartinet ha aludido a esa influencia, pero el tema merece un libro Y me parece seguro que quienes hoy se llaman vascos -en verdad están vasconizados- no son, más que les pese, sino españoles todavía no romanizados de manera integral. Ellos mantienen aún viva y vivaz la lucha iniciada contra Roma por Indíbil y Mandonio -nueva aparente paradoja. Y Castilla prosigue aún la medieval aventura iniciada por Fernán González contra lo occidental, es decir de revancha contra Roma.
No participo del optimismo del gran prehistoriador austríaco Menghin, que ha llegado a escribir: ya no existe el enigma vasco. Cree que en el neolítico llegaron a España inmigrantes caucásicos que habrían ido avanzando a través de las penínsulas y de las islas del mar Mediterráneo; habrían desembarcado en el S. E. hispánico, se habrían mezclado con los habitantes de España, entre los que había elementos de población de estirpe africana y habrían constituido las masas protoibéricas y entre ellas las vasconas. Es muy probable que acierte Menghin pero su tesis necesita pruebas más sólidas que las por él alegadas para merecer el asenso unánime de los estudiosos. Viene en todo caso a sumarse a las que establecen un estrecho parentesco entre iberos y vascones. De ese parentesco sí podemos estar seguros. ¿Fueron los vascones una tribu de los iberos africanos, como se creyó antaño, cuando se juzgó su lengua idéntica a la de éstos? ¿Constituyeron una tribu de los iberos venidos del Cáucaso, puesto que hoy su habla se enlaza por muchos estudiosos con las hablas caucásicas? ¿Derivan vascones, iberos y aquitanos de un tronco común hurro-elamio, caucásico, como quiere Menghin? ¿Fueron los vascones, según piensan Bosch y Tovar, pirenaicos iberizados por los protoiberos africanos? No es lícito asentir sin reservas a ninguna de esas hipótesis. Pero fuerzan a tener por seguro el íntimo parentesco de los éuscaros con gran parte de la población primitiva de Hispania: A) la extensión, no sólo del nombre ili o iri = ciudad, sino de otra variada serie de topónimos vascos por grandes zonas de España: por Andalucía, levante, el Ebro, la meseta -ahí están, entre otros muchos, Arriaca, la Guadalajara de hoy y el pico abulense llamado Gorría-, es decir, por el solar de expansión de los almerienses iberos, desde Río Tinto hasta el Garona -sin la celtización, la romanización y la arabización de la toponimia peninsular es seguro que serían aun más numerosos en España toda los topónimos de raíz éuscara. B ) El hallazgo de palabras y aun de frases vascas en inscripciones ibéricas: plomos y vasos -remito a la reciente síntesis de Beltrán sobre tales hallazgos- y de nombres de personas de estirpe vascona en inscripciones romanas que registran habitantes en tierras iberas -por ejemplo en el bronce de Ascoli. Vasconia no es, no, un islote aislado y perdido en el océano de revueltas aguas de la Península; es simplemente el último rincón de ésta donde se habla todavía -naturalmente muy transformada al correr de los siglos- la lengua de buena parte de los españoles primitivos.
Arqueológicamente nada distinguió a Vasconia -empleo provisionalmente esta palabra con la amplitud inexacta con que hoy se usa por los vascos- del resto de España. En el paleolítico superior conoció la cultura franco-cantábrica y en el epipaleolítico las culturas aziliense y asturiense. Hasta ella penetró en el neolítico la hispano-mauritana o de las cuevas. En ella convergieron la cultura megalítica llegada a España de Oriente y de África y propagada por la costa atlántica y septentrional rumbo a los Pirineos de Occidente, la del vaso campaniforme recreada en Andalucía al contacto de los hispanos con los inmigrantes asiánieos y extendida radialmente a toda España desde la central meseta inferior, y la cultura almeriense media que subió por la costa levantina y por el Ebro. Los hallazgos arqueológicos realizados en el País Vasco y en Navarra -véanse en el libro de Barandiarán-comparados con los que se han realizado y siguen realizándose en el resto de España no dejan lugar a dudas sobre tal realidad. Los prehistoriadores no me dejarán mentir. Claro está que a la depresión vasca llegaban antes y con más intensidad las culturas y los pueblos procedentes de Cantabria, y a Navarra, los pueblos y las culturas del Centro y del Ebro; y algunos de los primeros -la civilización franco-cantábrica, el aziliense, y el asturiense- no pasaron a tierras navarras, y algunos de los segundos -la cultura de las Cuevas- no penetraron en la depresión vasca. Esa diferenciación separó ya en fecha remotísima a los auténticos vascones -aragoneses de Occidente y navarros- de las gentes de la costa: várdulos, caristios y autrigones. Esa diferenciación fue pareja de las que fueron creando los núcleos raciales y culturales primigenios de las otras tribus primitivas de Hispania. Y no contradice la innegable condición mestiza, étnica y culturalmente, de los habitantes en el doble solar de la Vasconia histórica. Cráneos dolicocéfalos de estirpe ibérica se han hallado en tierras vascongadas, según Campión, y todavía pueden distinguirse los morenos, enjutos y pequeños, de Val de Erro, de los fornidos, altos y musculosos del Roncal.
Tuve a várdulos, caristios y autrigones, es decir, a los vascos de hoy, por miembros de la gran familia cántabra al estudiar las tribus que habitaron el solar geográfico del reino de Asturias en la época romana. Los diferencian de los vascones: los geógrafos, la arqueología y la historia. Un texto de César establece la vecindad de Cantabria y Aquitania. Estrabón extendió aquélla hasta Vasconia y el Pirineo, y destacó la semejanza de costumbres de todas las gentes cantábricas que habitaban en la zona que el Pirineo y Vasconia limitaban. Los romanos distinguieron con nitidez a los vascones de los várdulos y los caristios; incluyeron a los primeros, con los otros pueblos del Ebro, en el Conventus juridicus caesaragustanus, cuya capital era Zaragoza, y a los segundos, con los cántabros, en el Conventus cluniensis, cuya capital, Clunia, estaba en el Duero. Gómez Moreno, al estudiar a los iberos y su lengua había señalado precisas diferencias arqueológicas, onomásticas y toponímicas entre el solar histórico de los vascones y el de los várdulos, caristios, autrigones y cántabros. Menéndez Pidal los distinguió asimismo al examinar algunos problemas del sustrato toponímico hispano. En su estudio sobre los pueblos del norte de España", Caro Baroja ha defendido con argumentos de peso que Cántabros, autrigones, caristios y várdulos hablaban una misma lengua y que era segura su unidad cultural y vital. No hace mucho, al historiar la lengua vasca en relación con la latina, ha reconocido aún, que ninguno de los pueblos que Ptolomeo incluye dentro del territorio várdulo o caristio tiene nombre de claro tipo vasco-aquitano. Y los textos históricos reunidos por Schulten hace muchos años aseguran la perduración de las diferencias históricas entre los vascones de ayer y los vascos de hoy hasta el año 808. Por tanto, no sólo es lícito sino obligado establecer en las sierras de Urbasa, Andía y Aralar la frontera perdurable que ha separado dos comunidades históricas dispares: la Euzcadi de hoy de la Navarra milenaria. Los navarros o eran iberos puros o hermanos de los puros iberos o estaban profundamente iberizados; y los habitantes de la depresión vasca si no eran Cántabros estaban muy emparentados con ellos.
Unos y otros fueron después preceltizados primero y celtizados luego, intensamente Por los Pirineos occidentales vasco-navarros entraron en España los preceltas -ilirios o como quiera llamárseles- y más tarde los celtas históricos; y si los preceltas avanzaron muy hacia el interior de la Península -hoy se los supone refugiados en la cordillera cántabro-astur y en la cárpetovetónica- los celtas se extendieron a todo lo ancho y a todo lo largo del solar peninsular de Hispania. Taracena y Vázquez de Parga primero, y Maluquer después, han ido hallando importantes restos de poblados preceltas y celtas en Navarra y antes ya se inclinaba Bosch Gimpera a reconocer la celtización de várdulos y caristios. El supuesto islote vasco fue por tanto anegado por las oleadas de los nuevos invasores de la Península. Tovar se inclina a creer que es celta el nombre mismo de la tribu: barscanes. Significaría "los orgullosos" o "los de las cimas". En las cimas habrían permanecido empecinados y orgullosos y así habrían logrado salvar su personalidad histórica, matizada, claro está, por el aporte celta -la lengua vasca acusa esa influencia -pero sin llegar a celtizarse integralmente.
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domingo, 5 de octubre de 2008
Celtíberos en la Guerra del Peloponeso
20 Al mismo tiempo que se realizaba esto, llegaron con las fuerzas de socorro de Dionisio que enviaba a los lacedemonios, más de veinte trirremes. Traían unos cincuenta jinetes celtas e iberos. Al día siguiente los tebanos y los demás aliados suyos desplegándose ocuparon completamente la llanura desde el mar y desde las colinas contiguas a la ciudad y destruyeron todo lo que había de utilidad en la llanura. Los jinetes atenienses y corintios no se acercaron mucho al ejército, al verlos fuertes y muy idualados.
21 Mas los jinetes de Dionisio, aunque eran pocos, dispersándose por diferentes puntos y pasando al galope, lanzaban jabalinas mientras avanzaban y, después de lanzarse sobre ellos, se retiraban y dando la vuelta volvían a disparar jabalinas. Después de hacer eso se apeaban de los caballos para descansar; si alguien los acosaba cuando estaban apeados, montando se retiraban rápidamente; si a su vez algunos los perseguían alejándose mucho del ejército, cuando se retiraban les causaban males terribles atacando y lanzando jabalinas y obligaban a todo el ejército a avanzar y retroceder por su causa.
22 Después de esto los tebanos no permanecieron muchos días y volvieron a casa; igualmente todos los demás hicieron los mismo. Luego los de Dionisio atacaron Sición y en un combate en la llanura vencieron a los sicionios y mataron a unos setenta; también tomaron al asalto la fortaleza de Deras. Después de estos hechos las primeras fuerzas de socorro de Dionisio regresaron a Siracusa.
(...)
Segunda expedición siracusana
28 Mientras se hacía todo eso llegaron las segundas fuerzas de socorro de Dionisio. Los atenienses propusieron enviarlas a Tesalia obligatoriamente contra los tebanos y los lacedemonios a territorio laconio; se impuso entre los aliados la última proposición. Después de costear los de Dionisio hacia Lacedemonia, Arquidamo los unió a los suyos y emprendió la marcha con las tropas. Tomó Carias a la fuerza y degolló a los que cogió con vida. Desde allí marchón junto a los parrasios y saqueó con ellos el territorio de Arcadia.
29 Después que acudieron los arcadios y argivos, se retiró y acampó en las colinas de Medea. Cuando estaba allí le dijo Císidas, el jefe de las fuerzas de Dionisio, que se le había cumplido el tiempo fijado de permanencia. Nada más comunicárselo partió para Esparta. Como al retirarse le cortaron el paso los mesenios en un desfiladero, envió mensajeros a Arquidamo y le pidió ayuda. Aquél, por cierto, le ayudó. Cuando llegaron a la desviación de Eutresis, los arcadios y argivos se acercaron a Laconia con la idea de cerrarle el paso a casa. Él formó para luchar allí donde hay una llanura en las encrucujadas del camino de Eutresis y de Medea, a la salida.
30 Afirmaron que él los animó pasando delante de las compañías y diciendo lo siguiente: "Ciudadanos, si somos valientes ahora levantaremos la vista con la mirada pura, entregaremos la patri a los descendientes como la recibimos de nuestros padres; dejaremos de avergonzarnos ante nuestros hijos, mujeres, ancianos y aliados, entre los cuales antes éramos los más estimados de todos los griegos".
31 Dicho esto, dicen que aunque el tiempo era bueno, aparecieron relámpagos y truenos, buenos presagios para él; pues coincidía que junto al flanco derecho había un recinto sagrado y una estatua de Heracles [de quien era descendiente según se dijo]. En resumen, por todos esos síntomas afirmaron que los soldados habían cogido tanta confinza y audacia, que era un trabajo para los jefes contener a los que empujaban para avanzar. Cuando los llevó Arquidamo, murieron unos cuantos enemigos que resistieron cuando estaban al alcance de las lanzas, los demás cayeron en la huida, muchos por los jinetes, muchos por los celtas.
32 Terminado el combate eriigió un trofeo e inmediatamente envió a la patria al heraldo Demóteles para comunicar la importancia de la victoria y que ningún lacedemonio había muerto, pero de los enemigos muchísimos. Afirmaron que todos los que lo oyeron en Esparta lloraron, comenzando por Agesilao, los ancianos y los éforos; efecivamente las lágrimas son comunes a la alegría y al dolor. Realmente con la suerte de los arcadios no se alegraron los tebanos y eleos mucho menos que los lacedemonios; tanto los aborrecían ya por su insolencia.
Helénicas, de Jenofonte, VII, 1.
Biblioteca Clásica Gredos, traducción de Orlando Guntiñas Tuñón.
miércoles, 1 de octubre de 2008
La colonización de Sicilia, según Tucídides
He aquí el modo como fue colonizada en tiempos antiguos, y está es, en su totalidad, la relación de los pueblos que la ocuparon:
1¬ Se cuenta que los más antiguos pobladores de una parte del país fueron los cíclopes y los lestrigones, de quienes yo no puedo decir su raza, ni de dónde llegaron o a dónde emigraron. Baste con lo que han dicho los poetas y con la idea que cada cual, de una manera o de otra, se ha formado sobre ellos.
2¬ Parece que después de ellos los primeros en establecerse en la isla fueron los sicanos, que, según lo que afirman ellos mismos, incluso serían anteriores, ya que dicen ser autóctonos; pero, según la evidencia de la verdad, eran iberos que fueron desalojados por los ligures de la zona del río Sicano, en Iberia. Y fue por ellos por lo que la isla, que antes se llamaba Trinacria, recibió entonces el nombre de Sicania. Todavía hoy habitan la parte occidental de Sicilia.
3¬ Cuando Ilión fue conquistada (1080 a. C.), alguno troyanos que consiguieron escapar de los aqueos llegaron en sus barcos a Sicilia y se establecieron en la vecindad de los sicanos; tomaron en común el nombre de élimos, pero formaron dos ciudades, Erice y Egesta. Junto a ellos también se establecieron algunos focenses que, al volver de Troya, habían sido llevados por una tempestad, primero a Libia y luego desde allí a Sicilia.
4¬ Los sículos, en cambio, pasaron a Sicilia desde Italia (allí era donde habitaban) huyendo de los ópicos; como es verosímil y tal como se cuenta, llegaron a la isla en balsas; después de observar el mar, hicieron la travesía cuando sopló viento favorable; pero también es posible que arribaran de cualquier otro modo. En la actualidad todavía hay sículos en Italia; y el país fue denominado Italia por Ítalo, un rey de los sículos que tenía este nombre.
5¬ Llegados a Sicilia (1034 a. C.) como un numeroso ejército, vencieron en combate a los sicanos, los rechazaron hacia la parte meridional y occidental de la isla e hicieron que ésta se llamara Sicilia en vez de Sicania. Desde el momento de su travesía, ocuparon y habitaron las mejores tierras durante cerca de trescientos años, hasta la llegada de los griegos a Sicilia; y en la actualidad (s. V a. C.) todavía ocupan la parte central y la parte septentrional de la isla.
6¬ También los fenicios estaban establecidos todo a lo largo de la costa de Sicilia, pues se habían apoderado de los promontorios sobre el mar y de las pequeñas islas cercanas a la costa con vistas a su comercio con los sículos; pero cuando los griegos empezaron a arribar en gran número (734 a. C.), abandonaron la mayor parte de sus asentamientos y, concentrándose, se limitaron a ocupar Motia, Solunte y Panormo, en la vecindad de los élimos, tanto porque confiaban en su alianza con ellos como por el hecho de que aquél es el sitio desde donde es más corta la travesía entre Cartago y Sicilia.
Éstos son, pues, los bárbaros que se establecieron en Sicilia y así fue como lo hicieron.
Tucídides, Historia de la Guerra del Peloponeso, libro VI, cáp. 2.
Nota a píe de página:
Iberos de la Península Ibérica. Se ha discutido sobre la identidad de los sicanos de Sicilia, y la polémica ya existía entre los historiadores antiguos. Tanto la tesis de que eran autóctonos -rechazada zquí por Tucídides- como la de su origen ibérico fueron objeto de debate, y ambas posturas encontraron defensores en dos escritores siciliotas como Timeo y Filisto. Hecateo mencionaba una ciudad llamada Sikane en España, y Avieno también menciona una Sicana junto al río Sicano (el Jucar) o cerca del cabo Cullera, entre Hemeroscopion-Denia y el río Tirio (el Turia). En época histórica los sicanos, desplazados hacia occidente por los sículos, fuero relegados a la zona central y septentrional de Sicilia por las presiones de sículos, griegos y cartagineses. El río Sicano no ha sido identificado con seguridad. Según Avieno (s. IV), sería el mismo río que los romanos llamaron Sucro, es decir, el actual Jucar. Según el gramático Servio (s. IV-V), se trataría del Sicoris, el actual Segre.
Biblioteca Clásica de Gredos. Traducción y notas de J. J. Torres Esbarranch.
viernes, 26 de septiembre de 2008
Celtíberos en Africa
29¬. "Asdrúbal, (...) envió una misiva a Annón, (...) Le indicó, además, que en el ejército de Escipión había muchos iberos contra su voluntad, quienes podrían incendiar el campamento de éste si alguien los sobornaba con oro y promesas. (...)"
30¬. "(...) un ibero, siervo de un jinete romano, por tener alguna sospecha sobre los conjurados, fingió ser uno de ellos hasta que se enteró de todo y se lo comunicó a su dueño. Éste lo llevó ante Escipión y todos los sediciosos fueron convictos y confesos. Escipión los mató a todos y los arrojó fuera del campamento. (...)"
La batalla de Zama.
46¬. "(...) estaba equilibrada la contienda y se luchaba con fiereza, (...) hasta que Aníbal, al ver un cuerpo de tropas de iberos y celtas sobre una colina, cabalgó hacia ellos con la idea de conducirlos a la batalla. Entonces, los que estaban combatiendo, sin conocer el motivo de su retirada y pensando que se trataba de una fuga, abandonaron voluntariamente el combate y huyeron en desorden, no precisamente por donde habían visto irse a Aníbal, sino según le venía bien a cada uno. Los romanos, a su vez, creyendo que había terminado la batalla, les persiguieron en desorden, sin comprender tampoco ellos el propósito de Aníbal."
47¬. "Pero éste regresó de la colina reforzado por las tropas de iberos y celtas, y Escipión de nuevo hizo volver a toda prisa de la persecución a los romanos y formó una línea de batalla mucho más nutrida que las tropas que habían descendido de la colina, por lo que los venció sin dificultad. Aníbal, al haber fracasado tambien en este último intento, huyó ya claramente, perdidas todas las esperanzas. (...) la noche lo protegió y, al amparo de las sombras, con veinte jinetes , los únicos que fueron capaces de finalizar con él la huida, se refugió en una ciudad llamada Ton. Allí encontró a muchos jinetes brucios e iberos que habían huido después de la derrota. Por tanto, temiendo a los iberos como bárbaros impulsivos y a los brucios, italianos compatriotas de Escipión, huyó en secreto con un solo jinete en el que confiaba plenamente. (...)"
48¬. "(...) Trescientos iberos desertaron a Escipión (...)"
Apiano, Historia romana, Sobre África
jueves, 25 de septiembre de 2008
Celtíberos en las batallas de Cannas y Metauro
20¬. "(...) [Aníbal] Armó a quinientos celtíberos con espadas más cortas bajo sus túnicas, además de sus espadas grandes, para que las usaran cuando él les diera la señal. (..)"
22¬. "Al fracasar también esta maniobra, Aníbal dio la orden a los quinientos celtíberos. Y ellos, saliendo de sus filas, se pasaron a los romanos, y les presentaron los escudos, las lanzas y las espadas visibles, como si fueran desertores. Servilio, tras elogiarlos, les quitó al punto sus armas, y los situó detrás, en la retaguardia sólo con sus túnicas, según creía, (...)"
23¬. "En este momento, los quinientos celtíberos, al ver que se había presentado la oportunidad prometida, extrajeron de los pliegues de las túnicas sus espadas cortas y dieron muerte, primero a los de la retaguardia. A continuación, tras arrebatarles sus espadas de mayor tamaño, los escudos y las lanzas, cargaron contra todo el frente de la línea de batalla saltando de un lugar a otro sin discriminación. Y fueron éstos los que llevaron a cabo, en grado máximo, una carnicería espantosa, pues estaban situados al final de todos. Las desgracias que aquejaban ya entonces a los romanos eran grandes y de índole diversa, agobiados en su lucha por los enemigos en el frente de batalla, rodeados por emboscadas en los flancos y diezmados en sus filas. No podían volverse contra estos últimos, debido al ataque del enemigo en el frente, y tampoco los reconocían con facilidad, ya que portaban escudos romanos. Y, sobre todo, lo que más les pertubaba era la polvareda, pues no podían hacerse siquiera una idea de lo que ocurría. Y, como sucede en las ocasiones de desorden y pánico, consideraron su situación peor de lo que era en realidad y a los emboscados más numerosos. Ni siquiera sabían que los quinientos celtíberos eran quinientos, sino que pensaban que todo su ejército estaba rodeado por la caballería y los desertores. Así que, dando la vuelta, huyeron en desorden; (...)"
30¬. "Como quiera que la caballería celtíbera, que combatía con Aníbal como mercenaría, luchaba con todo éxito, los generales romanos en Iberia pidieron un número igual de jinetes a las ciudades que estaban bajo su mando y los enviaron a Italia como contrapartida de aquéllos. Éstos, cuando acamparon cerca de Aníbal se mezclaron con sus compatriotas e intentaron hacerles cambiar de fidelidad. Muchos, en efecto, cambiaron de parecer y desertaron o huyeron en secreto y ya ni siquiera el resto mereció la confianza de Aníbal, por ser sospechoso a sus ojos y, a su vez, sospechar ellos de él. Así pues, a partir de este momento, Aníbal empezó a tener peor suerte."
La batalla del Metauro.
52¬. "Entretanto, Asdrúbal, el hermano de Aníbal, marchó a Italia con el ejército que había reclutado entre los celtíberos. (...) los romanos (...) marcharon contra él (...) Asdrúbal se retiró, porque no deseaba luchar sino reunirse a toda prisa con su hermano.(...) los romanos los atacaron (...) mataron a la mayoría junto con sus oficiales, e incluso al propio Asdrúbal, (...)"
53¬. "(...) De los celtíberos que lograron huir del desastre, unos se dirigieron hacia su patria, y otros, al lado de Aníbal."
Apiano, Historia romana, Sobre Áníbal
miércoles, 24 de septiembre de 2008
viernes, 19 de septiembre de 2008
Ibería después de Numancia
100¬. "Existía otra ciudad próxima a Colenda, habitada por tribus mezcladas de los celtíberos , a quienes Marco Mario había a sentado allí hacía cinco años con la aprobación del senado, por haber combatido como aliados suyos contra los lusitanos. Pero éstos a causa de su pobreza se dedicaron al bandidaje. Didio, tras tomar la decisión de destruirlos, con el beneplácito de los diez legados todavía presentes, comunicó a los notables que quería repartirles el territorio de Colenda en razón de su pobreza. Cuando los vio alegres, les ordenó que comunicaran al pueblo esta decisión y acudieran con sus mujeres e hijos a la repartición del terreno. Después que llegaron, ordenó a sus soldados que evacuaran el campamento y, a los que iban a recibir el nuevo asentamiento, que penetraran en su interior so pretexto de inscribir en un registro a la totalidad de ellos, en una lista los hombres y en otra las mujeres y los niños para conocer qué cantidad de tierra era necesario repartirles. Cuando hubieron penetrado en el interior de la zanja y empalizada, Didio, rodeándoles con el ejército, les dio muerte a todos. Y por estos hechos también celebró su triunfo Didio. De nuevo se sublevaron los celtíberos y, enviado Flaco contra ellos, mató a veinte mil. En la ciudad de Belgeda, el pueblo, presto a la revuelta, prendió fuego al consejo, que se hallaba indeciso, en el mismo lugar de su reunión. Flaco marchó contra ellos y dio muerte a los culpables."
101¬. "Éstos son los hechos que encontré dignos de mención en las relaciones de los romanos con los iberos , como pueblo, hasta este momento. En un período posterior, cuando surgieron en Roma las disensiones entre Sila y Cinna, y el suelo patrio se vio dividido por guerras civiles y campamentos, Quinto Sertorio, del partido de Cinna, elegido para mandar en Iberia, sublevó a esta última contra los romanos. Después de reunir un gran ejército y crear un senado de sus propios amigos a imitación del senado romano, marchó contra roma con atrevimiento y una moral elevada. También en lo demás era renombrado por su celo extremado, hasta tal punto que el senado, lleno de temor, eligió contra él a aquellos de sus generales que gozaban de la máxima fama entonces: Cecilio Metelo con un gran ejército y Gneo Pompeyo con otro ejército, para que repelieran de cualquier manera posible esta guerra fuera de Italia, gravemente aquejada por la guerra civil. Pero a Sertorio lo mató Perpenna, uno de sus partidarios, que se plocamó a sí mismo general de la facción en su lugar, y Pompeyo dio muerte en el combate a Perpenna, de modo que esta guerra que había causado gran alarma a los romanos por el miedo llegó a su fin. Los pormenores de la misma los mostrará el libro de la guerra civil concerniente a Sila."
102¬. "Después de la muerte de Sila, fue elegido como pretor para Iberia, Gayo César, con poder incluso para hacer la guerra a quienes fuera necesario. Sometió por la fuerza de las armas a todos aquellos pueblos iberos que estaban agitados o faltaban por someter a los romanos. A algunos que se sublevaron los sometió Octavio César, el hijo de Gayo, llamado Augusto. Y me parece a mí que desde aquel tiempo los romanos dividieron Iberia¬ a la que precisamente ahora llaman Hispania¬ en tres partes y comenzaron a enviar, cada año, gobernadores a cada una de ellas, dos elegidos por el senado y el tercero por el emperador por el tiempo que estimase oportuno."
jueves, 18 de septiembre de 2008
La caida de Numancia
97¬. "Tan grande fue el amor a la libertad y el valor existentes en esta pequeña ciudad bárbara. Pues, a pesar de no haber en ella en tiempos de paz más de ocho mil hombres, ¡cuántas y qué terribles derrotas infligieron a los romanos! ¡Qué tratados concluyeron con ellos en igualdad de condiciones, tratados que hasta entonces a ningún otro pueblo habían concedido los romanos! ¡Cuán grande no era el último general que les cercó con sesenta mil hombres y al que invitaron al combate en numerosas ocasiones! Pero éste se mostró mucho más experto que ellos en el arte de la guerra, rehusando llegar a las manos con fieras y rindiéndoles por hambre, mal contra el que no se puede luchar y con el que únicamente, en verdad, era posible capturar a los numantinos, y con el único que fueron capurados.
A mí, precisamente, se me ocurrió narrar estos sucesos relativos a los numantinos, al refexionar sobre su corto número y su capacidad de resistencia, sobre sus muchos hechos de armas y el largo tiempo que se opusieron. En primer lugar se dieron muerte aquellos que lo deseaban, cada uno de una forma. Los restantes acudieron al tercer día al lugar convenido, espectáculo terrible y prodigioso, sus cuerpos estaban sucios, llenos de porquería, con las uñas crecidas, cubiertos de vello y despedían un olor fétido; las ropas que colgaban de ellos estaban iguaalmente mugrientas y no menos malolientes. Por estas razones aparecieron ante sus enemigos dignos de compasión, pero temibles en su mirada, pues aún mostraban en sus rostros la cólera, el dolor, la fatiga y la conciencia de haberse devorado los unos a los otros."
98¬. "Escipión, después de haber elegido cincuenta de entre ellos para su triunfo, vendió a los restantes y arrasó hasta los cimientos a la ciudad. Así, este general romano se apoderó de las dos ciudades más difíciles de someter: de Cartago, por propia decisión de los romanos a causa de su importancia como ciudad y cabeza de un imperio, por su situación favorable por tierra y por mar; y de Numancia, ciudad pequeña y de escasa población, sin que aún hubieran decidido nada sobre ella los romanos, ya sea porque lo considerara una ventaja para éstos, o bien porque era un hombre de natural apasionado y vengativo para con los prisioneros o, como algunos piensan, porque consideraba que la gloria inmensa se basaba sobre grandes calamidades. Sea como fuere, lo cierto es que los romanos, hasta hoy en día, lo llaman "Africano" y "Numantino" a causa de la ruina que llevó sobre estas ciudades. En aquella ocasión, después de repartir el territorio de Numancia entre los pueblos vecinos, llevar a cabo transacciones comerciales con otras ciudades y reprimir e imponer una multa a cualquier otro que le resultara sospechoso, se hizo a la mar de regreso a su patria."
miércoles, 17 de septiembre de 2008
Embajada numantina a Escipión
martes, 16 de septiembre de 2008
Retógenes
lunes, 15 de septiembre de 2008
Comienza el Asedio a Numancia.
90¬. "No mucho después, estableció dos campamentos muy próximos a Numancia y puso al frente de uno de ellos a su hermano Máximo, en tanto él en persona se encargaba del otro. A los numantinos, que con frecuencia salían fuera de la ciudad en orden de combate y le provocaban a la lucha, no les hacía caso alguno, porque consideraba más conveniente cercarlos y reducirlos por hambre que entablar un combate con hombres que luchaban en situación desesperada. Y después de establecer siete fuertes en torno a la ciudad, (comenzó) el asedio y escribió cartas a cada una (de las tribus aliadas indincando el número de tropas) que debían enviar. Tan pronto como llegaron, las dividió en muchas partes y también subdividió a su propio ejército. A continuación, designó un jefe para cada una de esas partes y ordenó rodear la ciudad de una zanja y una empalizada. La circunferencia de Numancia era de veinticuatro estadios, y aquélla de los trabajos de circunvalación, de más del doble de esa cifra. Todo este espacio de terreno fue dividido y asignado a cada una de esas partes y se les ordenó que, si los enemigos lanzaban un ataque contra un punto determinado, se lo indicaran con una señal; durante el día, con un trapo rojo colocado sobre la punta de una alta pica, y de noche, con fuego, a fin de que, tanto él como Máximo, pudieran ayudar a los necesitados corriendo junto a ellos. Una vez que tuvo adoptadas todas las medidas y podía ya rechazar eficazmente a los que trataban de impedirlo, cavó otro foso detrás, no lejos de aquél, lo fortificó con una empalizada y construyó un muro de ocho pies de ancho y diez de alto sin contar la almenas. Erigió torreones a lo largo de todo este muro, a intervalos de cien pies. Como no le fue posible prolongar el muro de circunvalación alrededor de la laguna adyacente, la rodeó de un terraplén de igual anchura y altura que las de la muralla para que sirviera a manera de muralla."
91¬. "De este modo, Escipión fue el primero, según creo, que cercó con un muro a una ciudad que no rehuía el combate. El río Duero fluía a lo largo del cinturón de fortificaciones y resultaba de mucha utilidad a los numantinos para el transporte de víveres y para la entrada y salida de sus hombres. Éstos, buceando o navegando por él en pequeños botes, pasaban inadvertidos o bien lograban romper el cerco con ayuda de la vela, cuando soplaba un fuerte viento, o sirviéndose de los remos a favor de la corriente. Como no podía unir sus orillas por ser ancho y muy impetuoso, construyó dos torreones, en vez de un puente, uno en cada orilla y desde cada uno colgó, con cuerdas, grandes tablones de madera que dejó flotar a lo ancho del río, y que llevaban clavado numerosos dardos y espadas. Estos tablones, entrechocando continuamente, debido al corriente que se precipitaba contra las espadas y los dardos, no permitían pasar a ocultas ni a quienes lo intentaban nadando, sumergidos o en botes. Y esto era lo que en especial deseaba Escipión que, al no poder establecer contacto nadie con ellos ni tampoco entrar, no tuviesen conocimiento de lo que sucedía en el exterior. De este modo, en efecto, llegarían a estar faltos de provisiones y de material de todo tipo."
92¬. "Cuando todo estuvo dispuesto y las catapultas, las ballestas y las máquinas para lanzar piedras se hallaban apostadas sobre las torres, y estaban apilados junto a las almenas piedras, dardos y jabalinas, y los arqueros y honderos ocupaban sus lugares respectivos en los fuertes, colocó a lo largo de toda la obra de fortificación numerosos mensajeros, que de día y de noche debían comunicarle lo que ocurriera transmitiéndose unos a otros las noticias. Cursó órdenes por cada torre, en el sentido de que, si ocurría algo, hiciera una señal el primero que tuviera problemas y que todos los demás le secundaran de igual modo cuando la vieran, a fin de que pudiera enterase más rápidamente, por medio de la señal, de la pertubación, y, por medio de los mensajeros, de los detalles. El ejército estaba integrado por sesenta mil hombres, incluyendo las fuerzas indigenas. Dispuso que la mitad se encargara de la guardia de la muralla y de acudir a donde fuera necesaria su presencia; veinte mil hombres debían combatir desde los muros, cuando la ocasión lo requiriese, y otros diez mil constituirían un cuerpo de reserva de éstos. También a cada una de estas tropas le fue asignada una posición y no les estaba permitido intercambiarla sin órdenes previas. Sin embargo, debían lanzarse de inmediato al puesto ya asignado, tan pronto como se diera una señal de ataque. Tan concienzudamente tenía dispuesta Escipión todas las cosas."
93¬. "Los numantinos, en muchas ocasiones, atacaron a las fuerzas que vigilaban la muralla por diferentes lugares, y la aparición de los defensores era fugaz y sobrecogedora; las señales eran izadas en alto desde todos los lugares, los mensajeros corrían de un lado a otro, los encargados de combatir desde los muros saltaban hacia sus lugares en oleadas, las trompetas resonaban en cada torre de tal modo que el círculo completo presentaba para todos el aspecto más temible a lo largo de sus cincuenta estadios de perímetro. Y Escipión recorría este círculo para inspeccionarlo cada día y cada noche. Estaba firmemente convencido de que los enemigos, así copados, no podrían resistir por mucho tiempo al no poder recibir ya armas ni alimentos ni socorro."
domingo, 14 de septiembre de 2008
Regreso a Numancia
sábado, 13 de septiembre de 2008
Expedicción a Palantia
viernes, 12 de septiembre de 2008
Escipión se instala junto a Numancia
jueves, 11 de septiembre de 2008
Escipión reforma el ejército romano.
86¬. "Pero con todo, ni aun así se atrevió a entablar combate hasta que los ejército con muchos trabajos. Así que, recorriendo a diario todas las llanuras más cercanas, construía y demolía a continuación un campamento tras otro, cavaba las zanjas más profundas y las volvía a llenar, edificaba grandes muros y los echaba abajo otra vez, inspeccionándolo todo en persona desde la aurora hasta el atardecer. Las marchas, con objeto de que nadie pudiera escaparse como sucedía antes, las llevaba a cabo siempre en formación cuadrada sin que estuviese permitido a ninguno cambiar el lugar de la formación que le había sido asignado. Recorría la línea de marcha y, presentándose muchas veces en la retarguardia, hacía subir en los caballos a los soldados desfallecidos en lugar de los jinetes y, cuando las mulas estaban sobrecargadas, repartía la carga entre los soldados de a pie. Si acampaban al aire ibre, los que habían formado la vanguardia durante el día debían colocarse en torno al campamento después de la marcha y un cuerpo de jinetes recorrer los alrededores. Los demás, por su parte, realizaban las tareas encomendadas a cada uno, unos cavaban las trincheras, otros hacían trabajos de fortificación, otros levantaban las tiendas de campaña, y estaba fijado y medido el tiempo de realización de todos estos menesteres."